DÍA 9
Debido
a la dramática situación que vive el mundo actualmente la mendicidad ha
aumentado de modo considerable. En cualquier lugar, y muchas veces sin motivo,
te puedes encontrar con alguien pidiéndote dinero. Es una pena, pero reconozco
que a veces me molesta e incluso me toca las narices. Como no quiero juzgar su
situación no hablaré de esos casos, pero si quiero reconocer la labor de
nuestros “Ángeles de la compra”.
Cerca
de mi casa, y probablemente de todas las casas, hay un Opencor. En la puerta
está pidiendo Effe. Un chaval de Kenia al que solo ves de noche por su
imborrable sonrisa. Pocas son las veces que no le he dado algo de dinero o
invitado a un desayuno. No porque yo sea el paradigma de la caridad, sino
porque se lo gana cada jornada. Puedes llegar cansado, triste, dormido,
despierto, pero no te preocupes, él te espera con un showroom de dientes
grandes y blancos. Se cuadra. Lleva su mano a su sien en saludo militar y dice:
“¿Qué pasa Jefe?” Si quieres hablar te da conversación, si quieres silencio lo
respeta. Haces la compra que necesitas y cuando te dan el cambio sabes que ya
tiene dueño. Un día 15 céntimos, otro 20, pero siempre un poquito. Empiezo a
pensar que Effe va a dominar el mundo en poco tiempo, pues como a mi, trata a
todo el que se acerque a su puerta.
En ocasiones
he visto a Effe llevar la compra de las personas mayores al coche, cuidar de
los perros de los clientes que no pueden pasar al establecimiento, ayudar a los
reponedores con la esperanza de sacar algo que llevarse a la boca a cambio. Y
como Effe cada vez hay más.
En un DÍA
cercano podéis encontrar a otro de estos pioneros de la mendicidad alegre. Han
descubierto la clave del negocio. La alegría. Seguro que en tu barrio hay algún
Effe al que siempre das algo. Igual la próxima campaña de Coca Cola debería
dedicarla al Effecto Effe. Destapa la felicidad.
No me
importaría que mi amigo llegase a ser un tío de éxito. Si hasta pidiendo en la
puerta de un supermercado transmite alegría, para mi se lo habrá ganado. Todos
deberíamos contagiarnos del Effecto Effe. Hacer lo que tengas que hacer siempre
con alegría.
Y mientras
termino de escribir esto sé que Effe estará sonriendo y alegrando el día a
alguien con su tradicional saludo.
“¿Qué pasa
Jefe?”
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