miércoles, 6 de junio de 2012

SE FUE A POR TABACO...


DÍA 23

                Han sido muchas semanas de ausencia. Diferentes movidas y la boda de mi hermano Bosco me han tenido en jaque durante todo este tiempo. En las copas del enlace, mi amigo Arce, me hizo recapacitar. Tenía que volver a escribir.

                De la boda de mi hermano podré sacar varios temas con historias que pasaron, historias que se quedaron a medio realizar e incluso una historia que pudo ser y no fue. Hoy me voy a fijar en una frase muy propia del Diario de Patricia. “Se fue a por tabaco, y no lo he vuelto a ver”

                ¿Y qué tendrá esto que ver con la boda de Bosco?

                Viernes 1 de junio. Día del esperado enlace.

                Como si de un día cualquiera se tratase, me desperté con las energías propias de un asalariado. Pocas. La noche anterior tras una cena de despedida familiar con Bosco, reunimos a varios amigos y nos fuimos a rondar a la novia. Una costumbre que empezó en la boda de mi hermana Macarena y que poco a poco ha ido cogiendo solera. Tras desvelar a la novia y al resto de vecinos de la urbanización nos pareció prudente ir a tomar una copita a una terraza de Majadahonda para rebajar la emoción. No se alargó mucho, pero me había dejado destrozado.

                Fui al colegio e impartí las clases que me tocaban hasta las 12:30. Los niños me atosigaban haciéndome preguntas sobre todos los detalles del evento. Ahora entiendo a Paquirrín cuando le preguntan sobre su hermano Fran. Respondí a los interrogatorios con la sonrisa propia de un famoso haciendo de embajador de una ONG. Por fin estaba libre.

                Camino a casa ultimaba en mi cabeza los detalles en los que tenía que echar una mano a mi hermano. Conseguir cámara de video, tarjeta de memoria para el photo call, etc. Y después de esas gestiones quedaba la más importante. A la piscina a coger color. Mi sobrino Álvaro y yo mano a mano. Dos comics de Lucky Luke. Uno para cada uno. Un vaso muy grande de Coca Cola lleno de hielos. Mi sobrino no, porque llevaba varios días tocado y tenia que reservarse para la tarde.

                Una llamada de Bosco me saca de mi concentración en la fotosínteis. La cava de puros estaba cerrada. Tenía que mirar horarios o teléfono para enterarnos de a qué hora abrían por la tarde. A las cinco de la tarde. Las cartas estaban sobre la mesa y la jugada empezaba.

                No teníamos tabaco ni puros para la boda. El estanco abría a las cinco y la boda era “a las siete”(hubo retrasos). Puntuales como un suizo nos plantamos en la puerta. Los dos en bañador a escasas dos horas para el comienzo del jaleo. Yo esperaba con el coche arrancado dispuesto a quemar rueda antes de que Bosco hubiera podido cerrar la puerta siquiera. Llamada de la fotógrafa (mi cuñada María) para pedir el piso de Rocío que iban a hacer las fotos de la novia de rigor. Corro a buscar a Bosco, ya que no le podía decir donde estábamos. A Rocío podía darle un jamacuco. Obviamente, Bosco no tuvo fotos de novio vistiéndose de chaqué.

                Bosco le explicaba al estanquero la situación: “Necesito puros para mi boda”

                Con una sonrisa le responde: “Ah que bien. ¿Cuándo es la boda?”

             Con la misma sonrisa, pero esta vez de no tengo un minuto que perder contigo, dice Bosco: “Dentro de dos horas”
              
               Al estanquero le cambió la cara y mirándole sorprendido le dijo: “Eso, ¡con dos cojones!”
            
              Pues igual debería aumentar el número de los mismos porque en ese estanco no tenían puros de los que necesitábamos, ni parecidos. Teníamos que ir corriendo a otro estanco que tenían en el centro de Las Rozas.

                Gracias a Dios, a esas horas las calles no estaban muy transitadas y nuestro rally no se vio interrumpido por alguna tortuga motorizada. Frenazo cerca de donde nos habían indicado, pero no sabíamos bien donde estaba. “¡Allí!” Grité señalando. Bosco voló y yo seguí esperando con la marcha primera metida. Pocos minutos después estaba de vuelta con varias bolsas.

                Llegábamos a casa y eran las cinco y media. A las seis yo tenía que estar recogiendo al sacerdote que los casaba. Me duche deprisa y salí corriendo.

                Después fue todo un no parar. Boda. Fotos. Abrazos. Tabaco. Copas. Baile. Abrazo de despedida. Lágrimas

                La última vez que estuvimos mano a mano en casa fue tal y como os lo he contado. Después, ya lo dijo el Diario de Patricia.

                “Se fue a por tabaco y no lo he vuelto a ver…”

                Aunque en este caso habría que añadir “…por ahora”

                Empiezo una nueva vida como “hijo único”, pero muy cerca de mis hermanos.