martes, 4 de junio de 2013

LOS ÁLBUMES DE FOTOS

DIA 33
                
Empieza la temporada de barbacoas. A pesar de no tener un tiempo perfecto, lo bueno de las barbacoas es que no son como las piscinas, no necesitas el mejor clima del mundo. En caso de que haga un poco de fresco, todos los asistentes se pueden acercar a las brasas. Y si no es por el fuego, es por el calor humano o por la acumulación de cervezas, pero el caso es que la barbacoa sale adelante.

                Pero el tema a tratar no son las barbacoas, eso lo dejaremos para más adelante. Este fin de semana iba en el coche camino a Segovia con Belén y Cristina. Nos quedaba un trayecto hasta nuestro destino, en el que nos esperaba una gran barbacoa. Mientras pasaban los kilómetros un castillo nos saludó desde la izquierda de la carretera. Cristina resultó ser una apasionada de los castillos y cuando viaja se desvía los kilómetros que sean necesarios para ver todos los que encuentra a su paso. Le gusta imaginar su historia, las batallas que habrá sobrevivido, como vivían sus propietarios, etc. En este caso, lamentablemente, yo soy un apasionado de las barbacoas y no iba a perder ni un minuto en llegar a mi objetivo. Sin embargo, me pareció una curiosa y entretenida afición.

                ¿Y a qué viene todo esto? Pues Cristina y Belén habían pasado hace poco  unos días en Cadiz de playa y desconexión. En su viaje pudieron visitar varios castillos y habían inmortalizado los momentos más emocionantes con una cámara digital. Lo normal. El problema es que la cámara se estropeó y ya no tienen ninguna foto. Adios recuerdos. Adios castillos. Adios cámara.

                Creo que a todos nos ha pasado algo similar. Mis sobrinos de recién nacidos tenían gigas y gigas de fotos. El primer bostezo, la primera sonrisa, el primer eructo, el primer pañal manchado…Uno podía pensar: como molaría tener todas estas fotos y verlas cuando eres mayor. Pues bien, creo que ya no queda ninguna. Típico virus que se carga disco duro, típico cd completamente rallado, típico pen drive que se metió en la lavadora con el pantalón…Adios fotos de enanos de los sobrinos.

                Esto me hizo pensar y me entró la morriña. Realmente tengo pocas fotos de pequeño, pero cuando las veo disfruto un montón. Las fotos de antes eran mucho más originales. Ahora se repiten quinientas veces hasta que todas las chicas que en ella aparecen salgan perfectas. Ya no existen fotos con los ojos cerrados, con alguien mirando a otro lado, con un espontaneo que descubres el dia que revelas el carrete, o algún idiota haciendo los clásicos cuernos al de su lado.

                Se ha perdido esa magia. Recuerdo cuando había habido algún tipo de evento tipo bodas, copas, bautizos, etc. Al día siguiente muchas veces quedaban dos o tres fotos para terminar el carrete y había que hacer algunas de relleno. Gracias a esta situación, en mi casa se guardan recuerdos con los que poder chantajear a mis familiares, especialmente a mis hermanas. Una vez terminado el rollo, lo llevabas a la tienda para ser revelado. Hasta que apareció el Vips con su revelado en una hora, tenías que esperar una semana para poder disfrutar de las nuevas instantáneas. Hoy en día esto es impensable, ya que a los dos minutos de ser tomadas las fotos ya están colgadas en la red, te han llegado por whatssap o han sufrido una transformación en Photoshop de modo que apareces abrazado a la celebridad del momento.

                El revelado en una hora fue todo un avance. Recuerdo ir con alguno de mis hermanos mayores al Vips de Sexta Avenida. En casa quedaban el resto de familiares expectantes para ver si alguna de las tomas era digna de ser enmarcada o colgada en el corcho del cuarto( actual tablón del Facebook). Para hacer tiempo comprabamos el pan, el Marca y nos dabamos una vuelta por el centro comercial, probablemente uno de los peores conocidos para cumplir esta tarea, ya que no había nada que hacer. Mirábamos el reloj infinitas veces. Antes de cumplirse la hora establecida ya estábamos en el mostrador por si acaso se adelantaba el proceso. Entregabamos nuestro resguardo y a cambio recibíamos un sobre o varios con todo el material. Mi hermano las sacaba y las iba viendo, pero a nosotros solo se no permitia verlas desde la retaguardia, asomando las cabezas sobre los hombros del poseedor. Normalmente no veía nada, pero oyendo los comentarios me hacia una idea de como habían quedado. Las situaciones que se daban eran las siguientes:

-        -  La foto que tanto esperaban tus padres se había velado y salía en blanco.

-      -   Despues de unas copas, la foto que te hiciste con “La Chica” sale movida y parece un orco. En el mejor de los casos, ella sale cerrando los ojos, que eran uno de sus mayores activos.

-       -   Los ojos rojos no había manera de quitarlos, y las fotos de familia Monster estaban a la orden del dia.

-      -    El flash había sido tan fuerte que las fotos de familia irlandesa tampoco se quedaban cortas.

Y mil posibilidades mas que no voy a pasar a detallar.

Ver a una persona repasando un carrete de fotos recién revelado era dramático. Cogiendo por los bordes, soplando, el meñique levantado del modo más snob. Cuando los pequeños queríamos verlas, todo el publico gritaba.

“Cuidado no pongas los dedazos!!!”

Debían pensar que no teníamos cerebro.

Y esto ocurría cuando eran fotos familiares, pero el drama venía cuando eran fotos del grupo. En verano siempre hacíamos barbacoas, y en aquella época, aparte del dinero para carne y bebidas espiritosas, había que poner también para cámaras desechables. Al día siguiente, los elegidos iban al proceso de revelado al sitio más cercanos, a una media hora de allí. Los elgidos solian ser en verdad elegidas. No por machismo, sino porque ellas tenían que ver siempre antes como habían quedado las fotos y pasar la censura.

“Tia que mal salgo aquí, quitala!”

“Que va! Sales genial!”

“¿En serio? Bueno dejala”  Desde el principio sabía que salía ideal de la muerte, pero nunca estaba de más que se lo dijeran.

Y al final era cuando llegaban los enfados y los llantos, ya que alguna de las que no había ido a recogerlas salía en una foto de lo más tremenda. La discusión estaba servida. Los chicos seguían viendo las fotos entre risas, mientras ellas consolaban y arreglaban aquel desaguisado. Por supuesto, nunca nos dabamos cuenta de esa foto, porque cada uno se buscaba a si mismo en todas y el resto le daba igual. En eso somos como las mujeres.

Pues lo echo de menos. Voy a empezar a imprimir fotos y a hacerme álbumes para poder pasarlo bien dentro de unos años. Creo que no hay nada más divertido que sentarme con mis hermanos a ver fotos antiguas. Ya me reiré dentro de un tiempo yo con mis sobrinos de todo lo que se iban a haber perdido.


Como pasa el tiempo…