DIA 33
Empieza
la temporada de barbacoas. A pesar de no tener un tiempo perfecto, lo bueno de
las barbacoas es que no son como las piscinas, no necesitas el mejor clima del
mundo. En caso de que haga un poco de fresco, todos los asistentes se pueden
acercar a las brasas. Y si no es por el fuego, es por el calor humano o por la
acumulación de cervezas, pero el caso es que la barbacoa sale adelante.
Pero
el tema a tratar no son las barbacoas, eso lo dejaremos para más adelante. Este
fin de semana iba en el coche camino a Segovia con Belén y Cristina. Nos
quedaba un trayecto hasta nuestro destino, en el que nos esperaba una gran
barbacoa. Mientras pasaban los kilómetros un castillo nos saludó desde la
izquierda de la carretera. Cristina resultó ser una apasionada de los castillos
y cuando viaja se desvía los kilómetros que sean necesarios para ver todos los
que encuentra a su paso. Le gusta imaginar su historia, las batallas que habrá
sobrevivido, como vivían sus propietarios, etc. En este caso, lamentablemente,
yo soy un apasionado de las barbacoas y no iba a perder ni un minuto en llegar
a mi objetivo. Sin embargo, me pareció una curiosa y entretenida afición.
¿Y
a qué viene todo esto? Pues Cristina y Belén habían pasado hace poco unos días en Cadiz de playa y desconexión. En
su viaje pudieron visitar varios castillos y habían inmortalizado los momentos
más emocionantes con una cámara digital. Lo normal. El problema es que la
cámara se estropeó y ya no tienen ninguna foto. Adios recuerdos. Adios
castillos. Adios cámara.
Creo
que a todos nos ha pasado algo similar. Mis sobrinos de recién nacidos tenían
gigas y gigas de fotos. El primer bostezo, la primera sonrisa, el primer
eructo, el primer pañal manchado…Uno podía pensar: como molaría tener todas
estas fotos y verlas cuando eres mayor. Pues bien, creo que ya no queda
ninguna. Típico virus que se carga disco duro, típico cd completamente rallado,
típico pen drive que se metió en la lavadora con el pantalón…Adios fotos de
enanos de los sobrinos.
Esto
me hizo pensar y me entró la morriña. Realmente tengo pocas fotos de pequeño,
pero cuando las veo disfruto un montón. Las fotos de antes eran mucho más
originales. Ahora se repiten quinientas veces hasta que todas las chicas que en
ella aparecen salgan perfectas. Ya no existen fotos con los ojos cerrados, con
alguien mirando a otro lado, con un espontaneo que descubres el dia que revelas
el carrete, o algún idiota haciendo los clásicos cuernos al de su lado.
Se
ha perdido esa magia. Recuerdo cuando había habido algún tipo de evento tipo
bodas, copas, bautizos, etc. Al día siguiente muchas veces quedaban dos o tres
fotos para terminar el carrete y había que hacer algunas de relleno. Gracias a
esta situación, en mi casa se guardan recuerdos con los que poder chantajear a
mis familiares, especialmente a mis hermanas. Una vez terminado el rollo, lo
llevabas a la tienda para ser revelado. Hasta que apareció el Vips con su
revelado en una hora, tenías que esperar una semana para poder disfrutar de las
nuevas instantáneas. Hoy en día esto es impensable, ya que a los dos minutos de
ser tomadas las fotos ya están colgadas en la red, te han llegado por whatssap
o han sufrido una transformación en Photoshop de modo que apareces abrazado a
la celebridad del momento.
El
revelado en una hora fue todo un avance. Recuerdo ir con alguno de mis hermanos
mayores al Vips de Sexta Avenida. En casa quedaban el resto de familiares
expectantes para ver si alguna de las tomas era digna de ser enmarcada o
colgada en el corcho del cuarto( actual tablón del Facebook). Para hacer tiempo
comprabamos el pan, el Marca y nos dabamos una vuelta por el centro comercial,
probablemente uno de los peores conocidos para cumplir esta tarea, ya que no
había nada que hacer. Mirábamos el reloj infinitas veces. Antes de cumplirse la
hora establecida ya estábamos en el mostrador por si acaso se adelantaba el
proceso. Entregabamos nuestro resguardo y a cambio recibíamos un sobre o varios
con todo el material. Mi hermano las sacaba y las iba viendo, pero a nosotros
solo se no permitia verlas desde la retaguardia, asomando las cabezas sobre los
hombros del poseedor. Normalmente no veía nada, pero oyendo los comentarios me
hacia una idea de como habían quedado. Las situaciones que se daban eran las
siguientes:
- - La foto que tanto esperaban tus padres se había velado y salía en
blanco.
- - Despues de unas copas, la foto que te hiciste con “La Chica” sale
movida y parece un orco. En el mejor de los casos, ella sale cerrando los ojos,
que eran uno de sus mayores activos.
- - Los ojos rojos no había manera de quitarlos, y las fotos de familia
Monster estaban a la orden del dia.
- - El flash había sido tan fuerte que las fotos de familia irlandesa
tampoco se quedaban cortas.
Y mil posibilidades mas que no
voy a pasar a detallar.
Ver a una persona repasando un
carrete de fotos recién revelado era dramático. Cogiendo por los bordes,
soplando, el meñique levantado del modo más snob. Cuando los pequeños queríamos
verlas, todo el publico gritaba.
“Cuidado no pongas los
dedazos!!!”
Debían pensar que no teníamos
cerebro.
Y esto ocurría cuando eran fotos
familiares, pero el drama venía cuando eran fotos del grupo. En verano siempre
hacíamos barbacoas, y en aquella época, aparte del dinero para carne y bebidas
espiritosas, había que poner también para cámaras desechables. Al día
siguiente, los elegidos iban al proceso de revelado al sitio más cercanos, a
una media hora de allí. Los elgidos solian ser en verdad elegidas. No por
machismo, sino porque ellas tenían que ver siempre antes como habían quedado
las fotos y pasar la censura.
“Tia que mal salgo aquí,
quitala!”
“Que va! Sales genial!”
“¿En serio? Bueno dejala” Desde el principio sabía que salía ideal de la
muerte, pero nunca estaba de más que se lo dijeran.
Y al final era cuando llegaban
los enfados y los llantos, ya que alguna de las que no había ido a recogerlas
salía en una foto de lo más tremenda. La discusión estaba servida. Los chicos
seguían viendo las fotos entre risas, mientras ellas consolaban y arreglaban
aquel desaguisado. Por supuesto, nunca nos dabamos cuenta de esa foto, porque cada
uno se buscaba a si mismo en todas y el resto le daba igual. En eso somos como
las mujeres.
Pues lo echo de menos. Voy a
empezar a imprimir fotos y a hacerme álbumes para poder pasarlo bien dentro de
unos años. Creo que no hay nada más divertido que sentarme con mis hermanos a
ver fotos antiguas. Ya me reiré dentro de un tiempo yo con mis sobrinos de todo
lo que se iban a haber perdido.
Como pasa el tiempo…