miércoles, 7 de marzo de 2012

EL PREMIO SECRETO DE JOSÉ ABASCAL


DÍA 12

                Mi hermano Borja ha ganado un premio de novela de abogados. Desde hace mucho tiempo le ha gustado contar historias y, a sus hermanos pequeños, siempre les gustó creérselas. Es por eso que hoy, en homenaje a él, escribo sobre una de sus invenciones.

                Los viajes en coche siempre dieron vuelo a su imaginación. Se mezclaban varios ingredientes. Horas por delante de viaje, canciones de Julio Iglesias, la cojocinta en la radio, y nuestra absoluta credulidad. Un cigarro en la boca (todavía fumaba) y las gafas de sol. Si bajábamos a Madrid la historia más recurrente era la de José Abascal. No se trataba de contarnos la vida y milagros de este alcalde madrileño, sino el premio secreto que guardaba esa calle. El que consiguiera pasar esta gran avenida cogiendo todos los semáforos en verde recibía un premio por parte del Ayuntamiento de Madrid. Parece una estupidez, pero era nuestro hermano mayor y nos lo creímos. Muchas veces nos lamentamos al unísono por ver cambiar el color verde por el rojo en el último momento. ¿Es que nunca íbamos a conseguirlo? Esto daba mayor credibilidad a la historia. Estaba claro, era casi imposible. Pero queríamos el premio y no pretendíamos dejar de luchar por ello. Bajar a Madrid con Borja se convirtió en una aventura.

                Después de tantos entrenamientos e intentos fallidos, aquel día parecía que todo Madrid nos apoyaba. Tráfico: fluido, calles casi vacías. Gente pidiendo en los semáforos: los pocos que estaban se mantenían en las aceras animándonos. Viento: favorable de fuerza media. Señora pisando huevos y molestando la circulación: se había quedado en casa.

                Salimos del túnel y nos incorporamos cogiendo el semáforo justo dando la señal de salida. Verde. Si Borja hubiese llevado guantes se los hubiese ajustado, pero en lugar de ello apretó con fuerza el volante. José Abascal, aquí estamos.

                A nuestro paso la luz verde nos saludaba. Un cosquilleo recorría todo nuestro cuerpo. Animábamos al conductor como si la vida nos fuese en ello. Otro semáforo pasado. Bien.

                ¿Era nuestra imaginación o la gente se paraba a contemplarnos? “¿Lo irán a conseguir?” Se preguntaban todos. Otro semáforo. Los papeles del suelo se levantaban a causa de nuestro paso fugaz por su lado.

                Sólo quedaban dos más. A lo lejos veíamos la Castellana esperándonos para celebrarlo. Ligas del Madrid, visitas del Papa y ahora nosotros. Nuestros gritos iban a llenar todo el Paseo de camino hacia el Ayuntamiento para recibir nuestro premio. Pero Borja se dio cuenta de que si no frenaba se acabaría la magia. De forma que no se notará excesivamente redujo la velocidad. Se acercaba inexorable el último semáforo. Rojo. Freno y respiración de alivio del contador de historias.

                Otra vez sería. Seguiríamos sin saber el secreto mejor guardado. José Abascal pasaría a formar parte de la leyenda. Como si del botín de un pirata se tratase, nosotros soñábamos con aquel premio.

                Pasaron los años y , por motivos que no son del caso, nosotros fuimos haciéndonos mayores. Hace aproximadamente un año Borja recibió un mensaje en el móvil.

                “Lo he conseguido!!!Jose Abascal todo en verde!!!”

                “Mi hermano Bosco está loco” debió pensar al leerlo.

                Cinco minutos más tarde cayó en la cuenta. Supongo que al principio se reiría viendo como aquella historia había calado en sus hermanos pequeños. Más tarde, probablemente, mirase en las noticias no fuese a salir Bosco siendo detenido por pedir en el Ayuntamiento que le diesen lo que era suyo.

                Creo que Bosco nunca reclamó su premio. Lo hemos recibido todos esta semana con mi hermano. El premio empezó contando estas pequeñas historias que con el tiempo han ido creciendo. Enhorabuena Borja.

                Gracias José Abascal. 

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