DÍA 15
Hoy ha nevado.
Poco, pero ha nevado. Hace tres años que no esquío, pero por el contraste de
temperaturas con los días anteriores me he acordado del ski. Especialmente de
cuando aprendí.
Hoy
en día son muchos más los niños que esquían. En mi infancia, si en algún momento
se me ocurría pensar en practicar el deporte alpino, mi madre zanjaba mis
ensoñaciones con un “Vete a jugar al fútbol, que con unos calzones y un balón
tienes todo lo necesario”. Que sabiduría.
Pero
el tiempo pasa y las ideas cambian, asi que a la edad de 17 años conseguimos
“engañar” a mi madre. Los tres pequeños nos íbamos con el Club Argüelles a
esquiar a Sierra Nevada. Conseguimos todo el material necesario prestado. La
imagen estaba conseguida. Un mono, gafas de sol y mucha pose. Tiembla Sierra Nevada.
Llegamos
a Granada. El Colegio Mayor Albaicín nos recibe con los brazos abiertos.
Durante la cena, mi mente imaginaba preciosas bajadas levantando nieve en cada
giro como había visto en la tele. Cámara lenta mientras llegaba al telesilla.
Me quitaba las gafas y movía el pelo estilo Sensación de vivir o anuncio de
Pantene. Creo que lo único que se cumplió en algún momento fue la cámara lenta,
pero cayéndome al suelo.
Amanece.
Muy buen día. Moreno asegurado. Bajamos de la furgoneta y empieza uno de los
rituales. Botas, mono ajustado, braga, etc. Todo me temblaba. No se si era por
el frío, por los nervios o por los dos. Cacao para los labios. Hecho. El dueño
de la única crema siempre nota como se forma una fila ante él esperando un
pequeño pegote de crema que los esquiadores apuran para cubrir toda la cara. Se
acaba el bote. Mañana os da crema vuestra madre.
¿Cómo
se llevan los esquís? Empiezas a mirar al resto de esquiadores, pero no te
queda muy claro el funcionamiento. Cuando consigues entenderlo, cargas los
esquís y empiezan a separarse. A la vez no sabes que hacer con los bastones. Se
te cae un guante. El ridículo que estas haciendo no va acorde con la imagen que
ofrece tu equipamiento y quieres volverte a casa. Respiras hondo y pones todo
en su lugar. Funciona.
Nos
subimos en “El Huevo”, un funicular que nos lleva hasta lo alto de la Sierra
para poder ir a las pistas. Durante el trayecto de subida puedes ver como la
gente esquía. Algunos se admiran de lo
que son capaces de hacer aquellos esquiadores, pero tú solo ves a los que
sufren en el suelo, los que han perdido el control y chocan contra un poste,
los que gritan desesperados en busca de auxilio.
¡Mamá,
que razón tenías!
Continuará, me falta tiempo
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