DÍA 19
Un momento
crucial en el devenir del tiempo de un hombre es el día que te toca ir al
peluquero. Todavía quedamos algunos especímenes extraños que nos cortamos el
pelo en intervalos de tiempo largos. Según la salud capilar puede ser un mes,
dos meses, etc. Lejos quedan los años en que los futbolistas y famosos hacían
esto mismo. Un buen día saltaba el Madrid al campo y alguien decía, “¡Mira!
Michel se ha cortado el pelo” o “Vaya cara de imbécil le ha quedado a Sanchís”.
Ahora nadie es capaz de saber que día concreto se ha cortado las puntas el
jugador del momento. El único modo de saber que ha pasado por la “pelu” es
porque se ha puesto mechas, trencitas o se ha peinado la melena a capas. La
expresión de sorpresa estos días no es por el corte de pelo, sino porque se ha
hecho un nuevo tatuaje. En fin, lamentable.
Pero
para el resto de los mortales, la visita al barbero es indispensable. Algunos,
ante su incipiente calvicie, han decidido comprarse una maquinilla y se afeitan
la cabeza en casa. Aun así, los peluqueros siguen trabajando. Pueden ser de
muchos tipos y de muy variadas conversaciones.
El
primer espécimen es el Peluquero
Futbolero. La primera pregunta antes de nada no es como quieres que te deje el
pelo, sino de qué equipo eres. Lo más sencillo en estos casos es manifestarse
como hincha del equipo local. De este modo, ante la coincidencia de colores, te
aseguras dos cosas. Te cortará bien el pelo y además él solito hablará durante
toda la faena. Entre que está la radio puesta( Cadena 100 con Manolo García,
probablemente) y el sonido del chas chas de las tijeras no para de taladrar tus
oídos, no te enteras de nada. Cuando, por el contexto y sus gestos, notas que
hace alguna pregunta, respondes que sí o que no según leas la situación.
Luego
está el Peluquero Político, mucho menos común, pero que suele aparecer en
épocas de elecciones o graves crisis nacionales. En estos casos hay que
mantenerse neutral . La política es muy puñetera y ese tío tiene en su mano una
cuchilla muy tentadora. Para arriesgar, ya inventaron los casinos.
En
tercer lugar, y cada vez más de moda, está el Peluquero Mariquita. Antes de
empezar el corte te toca el pelo y hace comentarios del tipo “Uff, chico,
tienes que hidratar más el pelo” “Me encanta este color ,¿es natural?”. En muchos
casos insiste en lavartelo y te encuentras en una situación agridulce. Por un
lado, la sensación de que te laven el pelo es una gozada, pero por otro no
estas cómodo. Cuando tiene que igualar las patillas se acerca demasiado y
respira de modo muy sonoro. La próxima vez buscas otra peluquería.
Podríamos
enumerar muchos tipos más, pero el más auténtico de todos es el Barbero de Toda
la Vida. El que no pregunta, habla de lo que le apetece y con quien le apetece,
si te hace un corte con la navaja te escupe, y al final, en vez de quitarte los
pelos con un cepillo, te da una colleja.
Sean
del tipo que sean, los peluqueros tienen algunas costumbres comunes a todos.
Pregunten o no sobre lo que quieras que te hagan, al final hacen lo que les da
la gana, con lo que durante todo el pelado rezas pidiendo un milagro. Nunca
ocurre. Siempre sales pensando que tienes pinta de imbécil(y la tienes).
Después
de toda la parafernalia del babero, el papel del cuello, etc, cuando acabas,
siempre estas lleno de pelos por todos lados. Por si no te había caído ninguno
durante el corte, el peluquero tiene a bien sacudir el babero de tal forma que al quitártelo te deje
perdido. No hay quién se libre de una ducha posterior. Si no, el picor de
espalda se encargará de mortificarte toda la jornada.
Pero
la más absurda de todas, es cuando te pasan el espejo por el cogote para que
veas como has quedado. Son unos segundos muy tensos en los que no sabes muy
bien que hacer. Asientes con la cabeza. Haces algún ruido afirmativo. El
peluquero mueve el espejo hacia otro ángulo. Sigues sin entender muy bien tu
función. Nunca te has visto por la espalda, así que no tienes muy claro si ha
quedado bien o mal. Finalmente se retira y procede al cobro de sus honorarios.
Mientras
vas a pagar, otro se acerca atemorizado al potro de tortura capilar mientras te
mira. En ese momento chequeas en algún espejo si te han hecho algún estropicio
grave. Te das cuenta de que no hay nada nuevo.
Simplemente, una vez más, sales del peluquero
y pareces imbécil.
Por alusiones, para peluquero futbolero, este:
ResponderEliminarhttp://www.mesa5producciones.es/2012/proyectos/pf.html
¡Saludos!