DÍA 18
Después de
unas merecidas vacaciones volver a escribir cuesta un poco más. Podría haber
dejado esta aventura, pero la verdad es que me está gustando mucho y comienza a
ser como una droga. Creí haberme desintoxicado en Semana Santa, pero en cuanto
me he sentado ante mi folio en blanco de hoy, un escalofrío ha recorrido todo
mi cuerpo. Estoy enganchado.
Hagamos
memoria. Feria del Gourmet. Tarjetas. Traje. Gorrones, pero con clase. Dejamos
en el tintero una cata de vinos espectacular, así que no perdamos más líneas y
vayamos al grano.
Vielva
y yo nos presentamos en el stand de los vinos, pero de los muy buenos. No nos
íbamos a andar con tonterías. Nuestro hotel merecía lo mejor de lo mejor.
Teníamos un chef conocido, del cual no recuerdo ya el nombre, y necesitábamos
una estupenda carta de vinos. En resumen, esto fue lo que vendimos a aquel
representante. Captó el mensaje y nos hizo sentar en una mesa mientras él iba a
traer los mejores caldos de sus bodegas. Esperábamos sentados sin apenas
mirarnos, pues al mínimo contacto visual nos entraba la risa floja.
Ante
nosotros se alineó la mejor selección vitivinícola del país. Empezaríamos por
lo blancos. “Perfecto”, asentimos los dos. Junto a las botellas, trajo un cubo
grande y plateado. A primera vista todo hacía indicar que era una hielera.
Igual quería enfriar el vino blanco. No importaba, nosotros a lo nuestro.
Abrió
la primera botella y nos puso un poco en cada una de nuestras copas. Aquel era
el momento crucial. Podíamos tirar todo nuestro trabajo por la borda o
proseguir con la degustación. Aguantar la risa en esa situación mereció un
esfuerzo titánico. Todavía hoy me pregunto como fui capaz de lograrlo. Vielva
tomó su copa y empezó a moverla haciendo círculos. La miró al trasluz con cara
de auténtico entendido e introdujo la nariz tratando de catar su olor. Yo hice
lo mismo. Bebimos y paladeamos aquel néctar. Cerré los ojos en actitud de
concentración, pero en realidad lo que pensaba era: “Y ahora, ¿qué coño le digo
yo a este tío?”. Debió leerme la mente porque en ese preciso instante comentó:
“Este vino ha pasado X años en barrica de X y bla, bla, bla” Obviamente no me
quede con los detalles, pero me sirvió para asentir y comunicarle que ya lo
había notado, que aquel olor y bla, bla, bla. Coló.
Quedaba
un dedo de vino en cada copa y teníamos que probar el siguiente. No teníamos
más copas, así que sin pensarlo dos veces, nos lo bebimos de un trago. Los
vinos fueron desfilando por la mesa, y por cada uno que probábamos, lingotazo
para el cuerpo. Cuando llevábamos diez, nuestro anfitrión cató uno de los
vinos. Movió la copa luego y, el dedo de líquido que quedaba, lo derramó en lo
que nosotros habíamos pensado que era una hielera. Mierda. Nos miramos con cara
de circunstancia e hicimos lo mismo que él. Después de la ronda de chupitos que
nos habíamos dado, empezábamos a estar entonados.
Terminamos
con los blancos y pasamos al plato fuerte. Los tintos. La táctica de lanzar el
vino restante a la hielera nos hacía sentir mucho más profesionales. Cuando ya
había perdido la cuenta del número y tipo de vinos catados, él volvió a
hacernos una cata demostración. Esta vez, ni siquiera tragó el vino. Lo saboreó
y acto seguido lo escupió en el ya famoso cubo plateado. Me pareció sublime y
yo no podía ser menos que él. En el siguiente vino haría lo mismo.
Movimiento
circular. Vista al trasluz. Nariz en copa. Prueba. Paladeo. Me acerco la
escupidera y me entra ligeramente la risa, con lo que escupo a la vez que río y
hago un poco de efecto aspersor.
Aquello
había sido suficiente. Me limpié y le dije. “Estupendo, nos quedamos con tu
tarjeta. Vamos a dejarlo aquí, porque tenemos que hacer varias catas y nos
estamos agarrando una pequeña moña”
Me
miró con una cara de asco que nunca podré borrar de mi memoria y contestó.
“Pues claro, en las catas de vino no hay que bebérselo” Sólo le falto añadir
algún insulto que seguro pensó para sus adentros.
Ya
podría haberlo dicho antes.
Y tan contentos, literalmente, nos fuimos a
comer un poco de ternera gallega y gazpacho andaluz. Si sería por comida…
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