DÍA 27
Me empiezo a dar cuenta de que en mi época
universitaria raro era el día en que no me pasaba algo curioso. Rodajes de
películas, huelgas, avisos de bomba, pero hoy me he acordado de mi primera
experiencia con el mundo de las multinacionales.
No
recuerdo la época del año, pero estaba en la terraza del Paraninfo, asi que
sería en primavera. Una cerveza y unas croquetas. Un manjar que solo el aceite
cien veces usado de aquella cafetería convertía en plato de estrella Michelín.
Mi móvil empezó a vibrar y me despertó del proceso de fotosíntesis. Era Álvaro, un amigo mío de Barcelona que en aquella época estaba montando su
propia agencia de medios. Hacia tiempo que no hablaba con él, así que respondí
al teléfono ilusionado a la vez que sorprendido. Tras la puesta al día de rigor
me soltó la bomba.
“Rafa,
¿tienes la tarde libre?”
Pregunta
compromiso. ¿Qué querrá? Estaba libre y mi amigo necesitaba un favor. Daba un
paso al frente voluntario, pero la curiosidad me estaba matando.
“Verás.
Vamos a montar un evento para Samsung en unos meses en Madrid…”
Perfecto.
Necesita azafatos. Soy tu hombre.
“Necesito
alguien allí para enseñar las localizaciones de nuestros stands en la ciudad…”
Bueno,
guía turístico tampoco estaba mal.
“Les
he dicho que nuestro socio en Madrid se encargaría de todo…”
Bien,
pues que se encargue tu socio.
“Obviamente
no tengo socio en Madrid, y vas a ser tú”
Me
entró la risa. La explicación siguió y cada vez era más divertido. Iba a venir
un coreano de Samsung para supervisar toda la operación. Yo, como socio de GT Media, le tenía que “tomar el pelo”. Llevármelo a varios Carrefour de la
Comunidad de Madrid y venderle la moto. El problema es que yo no tenía ni idea
de que moto tenía que vender y, por lo que parecía, Álvaro tampoco mucho. La
cosa era que yo le hiciese el lío al coreano para que aceptase, vender un poco
de humo, y luego él se encargaría de todo.
“Tranquilo,
este verano te pago unas cuántas copas” Sigo sin recibir nada. El año que viene
se lo recordaré.
Junto
a mí estaba Juan Villanueva. Le engañé y empezamos a prepararnos. Lo primero,
ponernos traje. Imprescindible. Lo segundo, comida de empresa en el Burguer. Lo
tercero, llamar al coreano.
Para
hacer todo mucho más curioso, el coreano se llamaba: Yo. No es coña. La
conversación telefónica fue de cámara oculta.
“¿Yo?”
Pregunté. “Yo” Respondía. “¿Yo?” “Si, yo” Asi durante un rato hasta que nos
pusimos de acuerdo. Nos veríamos por la tarde en el Carrefour de San Sebastian
de los Reyes( creo que estaba allí)
Esperábamos
en el parking junto al coche. Habíamos llegado con tiempo para ver el edificio
por dentro y pensar que le iba a contar a nuestro querido señor Yo. Un coche
grande con cristales tintados apareció y aparcó junto a nosotros. En el momento
en que bajó un coreano bajito seguido de un hombre y una mujer parecía que
íbamos a hacer una entrega de drogas. Lo reconozco, estaba un poco nervioso,
pero hasta entonces yo creía que el señor Yo era un mindundi que pinchaba en
Samsung casi tan poco como yo en GT Media.
El
hombre y la mujer iban detrás de él haciendo reverencias y besando el suelo
donde pisaba. Me empecé a mosquear. Se presentaron. El señor era un jefazo de
Samsung España, la señora no lo recuerdo, pero también cortaba el bacalao, y el
coreano, al parecer era un semi dios de Samsung.
Juan
y yo nos miramos. Todo el menú combi del Burguer empezó a sudarlo mi cuerpo.
Ante todo, tenía que mostrar tranquilidad y aguantar el farol. Total, el
coreano no se iba a enterar de nada…
¿De
nada? Empezó a hablar en español y parecía que había nacido en Valladolid. Había
que tirar de la épica. Esto era como un examen en el que en una de las
preguntas te han pillado y tienes que tirar de inventiva. Mi especialidad. Pero
el problema es que estos solía acabar suspendiendo. Cuando llamé a Álvaro para
comentarle el personal que había venido flipaba mientras se meaba de la risa.
Lo di todo. Me preguntaba por la
ubicación de los stands y yo le defendía todos los pros y los contras, las
zonas calientes del supermercado, la visibilidad del producto, etc, etc. Sin
tener ni idea de lo que realmente decía, pero a base de oir este tipo de cosas
a profesores y entendidos se me había ido quedando.
Varios
centros comerciales fallidos después, acabamos por encontrar algo de su agrado.
Lo mejor era que cada vez que yo me marcaba un discurso comercial, los dos
jerifaltes de Samsung España asentían con la cabeza y aplaudían mis
comentarios. El coreano fue más duro de roer, pero terminó cayendo.
Cada
vez que llamaba a Álvaro sus risas iban en aumento. Yo solo pensaba: “¡Cabrón!”
Al
final lo conseguimos. El Socio de GT Media resultó ser un figura.
Eso
si, la próxima vez que me avisen con tiempo
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